Huayna
Potosí
Mi segunda aventura en solitario
empezaba el lunes a las 9 de la mañana cuando tenía que encontrarme con un
danés y un suizo para empezar la ascensión al Huayna Potosí. Mi
sorpresa fue que al llegar a la oficina estaba una pareja alemana-española y no
los otros dos. Finalmente, llegaron un poco tarde pero lo suficientemente a
tiempo para que pudieran ir al depósito a buscar toda la ropa que a partir de
ese momento sería nuestro uniforme oficial.
Después de un duro trabajo en el almacén
para que cada uno encontrara su talla, nos marchamos a lo que tenía que ser el
campo base y refugio donde pasaríamos la primera noche. Ya se empezaba a notar
que íbamos a formar un buen grupo.
lo que nos esperaba...
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Llegamos al refugio después de 2 horas
en camioneta y nos repartieron las habitaciones, a mi me toco con los dos
chicos, la pareja dormía en otra habitación. El idioma oficial de los 3 días
fue el inglés… imaginaos a más de 4.500 m con la falta de oxígeno en mi cerebro
y tener que hablar en inglés.
El primer shock fue a la hora de la
comida que compartimos mesa con un grupo que acababa de bajar de la cima, de
los cinco, dos no quisieron comer de lo rotos que estaban, otros dos lo
vomitaron todo y sólo uno acabó sano y salvó.
Justo al terminar de comer, nos fuimos a
media horita andando a la zona de entrenamiento, donde durante 3 horitas te
enseñan a andar con los crampones y la escalada con piolets, fue la parte más
liviana y divertida de los tres días, pero necesaria para llegar a la cima, ya
que pondríamos en práctica esto el último día de ascensión.
A la vuelta al refugio ya se empezó a
notar el frío que hizo mella en nuestros cuerpos, nadie se atrevió a ducharse.
Pedimos al guía que encendiera la chimenea y a las 19:00 ya estábamos cenados y
al lado del fuego, hablando, leyendo… ya a las 22:00 a la cama.
La mañana siguiente, la altitud quería
empezar a dejar bajas en el camino y el suizo no se podía levantar, había
estado toda la noche con diarrea y sin dormir. Aunque no desayunó, a las 12 am
se levantó y comió con el resto, eso sí, con la ayuda de las pastillas del mal
de altura. Aquí es cuando todos nos dimos cuenta que tendríamos que empezar a
drogarnos…o hojas de coca o píldoras, yo empecé con el remedio natural, así que
con la mochila de más de 15kg y mi bola de hojas de coca empecé la primera
parte de la subida.
Fueron casi 4 horas de subida donde
pasamos de los 4.600 m de la primera noche a los 5.300 m, que es donde tiene el
segundo refugio nuestra agencia. Aquí se nos ajuntaron un israelí que iba
hacerlo en dos días y dos guías más, ya que teníamos que tener un guía cada dos
personas. La subida fue tranquila, cada uno iba a su ritmo ya que con todo el
material encima no era nada fácil subir las partes rocosas. La última hora
empeoró la cosa ya que todo estaba con nieve.
A las 5 pm llegamos al refugio, aquí no
hubo elección de habitaciones, todos estaríamos en la misma habitación con los
guías, supongo para darnos calor mutuo. A las 6 pm ya estábamos cenados y en
cama ya que a las 12 de la noche nos despertaban para el desayuno, vestirnos y
empezar a subir. Antes los guías nos habían avisado de que era prácticamente
dormir a esa altitud, que incluso ellos solo dormían 2-3 horas. Así fue, no
conseguí pegar ojo en toda la noche, fueron las 6 horas más largas de mi vida,
además no tenía hora, solo se oían los ruidos de gente que se levantaba para ir
al baño o, los que como yo, no conseguían dormir.
habitación, comedor...
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Antes de irnos a la cama hubo la
formación de los grupos para atacar la cima, a mí me tocó con Pelle, el danés.
Me preocupé un poco porque el pobre se fue a la cama super medicado y mareado
pero consiguió dormir bien. La chica española también se encontraba mal. Su
pareja, Andreas, el suizo, recuperado y un servidor ya con alguna pastilla no
pegamos ojo en toda la noche.
A las 12 pm sonó el despertador y antes
de las 2 am ya estábamos desayunados y en camino a la cima. La chica había
vomitado toda la noche pero quiso probarlo. El danés se encontraba mejor, los
dos nos tomamos una pastilla y con hojas de coca empezamos a subir. Éramos los
primeros de nuestro grupo y para mí fue la parte más dura, ya que haces una
especie de camino para el resto que vienen detrás. Aquí fue el único momento de
debilidad que tuve, supongo que la noche sin dormir y empezar a andar a las 2
am con un frontal, sin ver nada alrededor y ver que vas pasando a otros grupos
de agencias que están parados, me hizo pensar lo duro que era. Lo bueno es que
fuimos a mejor, nos paramos unos 5 minutos a descansar y a partir de ese
momento me empecé a encontrar con fuerzas. Aquí uno de los guías ya había
vuelto al refugio con la chica y a Andreas lo teníamos que esperar nosotros,
porque en el otro grupo iba el israelí que no iba nada preparado y si se
quedaba mucho tiempo parado se congelaba.
Llegó Andreas, y con Pelle y Luís, el
guía, seguimos nuestro camino. Aquí me acordé de lo que había leído el día
anterior, y es que lo importante es no levantar la cabeza ni mirar atrás para
que no veas la luz que dejas atrás ni los que van delante de tí, así lo hice y
parece que funcionó. Otra cosa que me ayudo mucho fue la oscuridad absoluta que
hay y es que no ver la cima ayuda a que no te vengas abajo; así solo ves lo que
estás pisando.
A medio camino nos encontramos una pared
vertical en la que tuvimos que poner en práctica lo aprendido anteriormente, me
pensé que todo iba a ser así pero solo fueron 20 metros a un 85% de
inclinación.
No parábamos de adelantar grupos que se
estaban tomando un descanso, ya éramos los primeros del montón de luces que se
veían al mirar atrás. Luís nos avisó que teníamos que aflojar un poco el ritmo
porque si no llegaríamos a la cumbre del Huayna Potosí demasiado
pronto y allí, a 6.088 es muy difícil aguantar más de 15 minutos y lo realmente
increíble es presenciar la salida del sol.
Ya nos quedaba solo la parte más
peligrosa antes de llegar a la cumbre, una cresta de unos 12- 15 metros de
largo en que tienes que avanzar por un ancho de unos 50 cm, a la derecha un
precipicio de 1000 m, a la izquierda unos 300 metros, así que si te caes mejor
a la izquierda.
Sin darme cuenta ya estaba en la cima,
lo primero que hice fue arrodillarme a tomar aire y luego se me debió meter
algo en el ojo porque las lágrimas me empezaron a bajar por las mejillas,
seguro que fue el frío.
Nos quedaban 15 minutos para ver salir
el sol, éste no nos defraudó, salió majestuoso mostrando todo su brillo e hizo
que disfrutáramos, sin lugar a dudas, del mejor alba de nuestras vidas.
Ya sólo nos faltaba descender, volver a
pasar los 15 metros fatídicos y en 2 horas teníamos que estar en el campamento,
recoger en 30 minutos y dos horas más para llegar al campo base. Se hace
difícil de creer, pero para mí fue la peor parte de todas, las rodillas y
piernas terminan destrozadas de hacer tanta fuerza.
Al final, de los 6 escaladores novatos,
5 lo conseguimos, dicen que un porcentaje bastante alto lo logra si no te ataca
el mal de altura. Creo que subir el Huayna requiere más
fuerza mental que física, ya que aparte de los 20 metros de escalada y
los 15 que pasas por el precipicio, si no tienes vértigo, el resto es andar,
andar, andar y no parar hasta llegar a los 6.088 m.
Es una de esas cosas que se tiene que
probar cuando tienes la oportunidad, nunca te pondrán más facilidades que en
Bolivia para subir a un seis mil sin estar federado y sin tener nada de
experiencia en alpinismo.
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